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lunes, 31 de mayo de 2010

Capitulo 8.

Narra Gabriella:

Las únicas palabras que pudieron salir de mi boca fueron algo confusas e hirientes hacia Claudy, pero se las merecía.

El no sentía nada por mi, era como los demás, tal vez como mi hermano; pero no se por que la vida quería que lo ayudara a solucionar sus problemas, pero él se fue enamorado de mi, aunque yo no quería nada con él, yo solo quería ayudarlo, no estaba para darle cariño, ni mucho menos amarlo.

Mi corazón no pertenece a él, ni le pertenecerá a nadie.

Cada hombre que intentaba conquistarme, generalmente terminaban muertos; un gran ejemplo es Esteban, él era un joven que sin razón aparente, y de la nada apareció ahogado en el rio a las afueras de la ciudad; cuando lo encontraron estaba descuartizado en catorce partes, con los órganos esparcidos alrededor de las piedras, encima de una blanca arena que aun conservaba mancha de sangre.

Ben fue otro caso exactamente igual, aunque era un buen tipo murió ahorcado con un lazo de una rama de un árbol, encontraron su cara deformada por hachazos, sin ojos y derramando sangre por todo su cuerpo,

Miguel fue otro mas de la lista, era no muy apuesto, pero de buen corazón. Fue encontrado una mañana frente a una carnicería triturado junto a un letrero de “se vende carne fresca”. Otro caso del cual no recuerdo el nombre, fue asesinado con un revolver, y abaleado por todo el cuerpo; la familia estaba muy consternada.

Creo que ningún hombre es para mí, por eso cuando pretende acercarse a mi, tiene un triste final. A Claudy lo quiero como a un hermano, y no quiero que muera; creo que es como una maldición que me rodea, bueno no a mi sino a mis pretendientes.

Narra Astaloft:

Gabriella me encantaba desde que éramos vecinos a los cuatro años; aunque ella me ignoraba, y ni siquiera me dirigía la palabra, para mi era muy doloroso. No podía permitir que Gabriella se enamorara de otro que no fuera el indicado, y nadie más lo era a excepción de mí. Por eso me vi en la necesidad de asesinar a todos a los que se atrevan a acercársele a ella.

No necesitaba ningún hombre distinto a mi, pero ella no lo entendió, solo me seguía rechazando; recuerdo cuando llegaba del colegio en el autobús escolar y yo la miraba desde la ventana desde la ventana de mi cuarto, bajaba rápidamente a mi antejardín y disimulaba como si estuviera tomando aire y relajándome.

Cuando la vi, trate de sonar natural y la salude:

“hola”.

“ehmm, hola”, dijo Gabriella distraídamente.

“como te fue?”, pregunte interesado viendo sus hermosos ojos azules.

“ bien, y a ti como te va?”, respondió alegremente, moviendo ligeramente su esbelto cabello blanco.

“me fue bien, aunque me hubiera ido mejor si hubieras estado a mi lado”, dije coquetamente, sintiendo mis mejillas sonrojarse ligeramente.

“Pfff, no l o creo, deja de hablar tantas babosadas”, mofo Gabriella.

“pero no son babosadas, es lo que siento”, dije con voz quebrada en la ultima frase.

“sabes que, no me vuelvas a buscar. Yo no te quiero, ni te voy a querer; así que entiéndelo de una ves por todas”, dijo con tono despiadado.

Esas palabras me llegaron directo al corazón, sintiendo como causaba una profunda herida, desgarrando todo a su paso. No me importaba lo que ella dijera, solo yo sabia lo que realmente quería y le convenía; así que guardaría la esperanza hasta que un día me aceptara, y se diera cuenta de que yo era el hombre de su vida.

“Pero por que me tratas tan mal”, dije tratando de conservar un tono neutral.

“Por que así trato a los patanes”, dijo ferozmente, sin ápice de afecto.

“Pero si soy todo un caballero contigo, mi dulce doncella.”, dije, fijando mi vista a su simétrico rostro, perdiéndome en sus labios.

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